A veces me da por pensar que no quiero encariñarme demasiado con la gente, aunque eso sea inevitable, sobre todo cuando son una luz en mi vida, cuando sé que puedo contar con ellos y que su sola presencia me basta para calmar a veces las alegrías y tristezas de mi memoria y a la vez, el quererme deshacer de todo en algunos momentos.
Me aterra pensar que tengo de ir deshojando margaritas por el camino, que mi silencio es el que hace que esos pétalos se caigan y al final tener sólo un manojo de flores secas. Por eso a veces me distancio, sólo por eso en ocasiones puede parecer que no los quiero, o que no estoy pendiente de todas y cada una de las personas, nuevas y antiguas, que están plantadas en mi vida. Sólo decirles que los adoro, como se quiere aquello que se hace imprescindible en la vida.
No quiero que se acabe el tiempo sin haber podido conocer a los que me quedan y que también se han hecho un hueco importante en mi vida: por hacerme pensar, reír, y replantearme las cosas.